miércoles, 6 de noviembre de 2013

Así se escribió Una temporada en el infierno, cuando ya el desvelo adolescente se fundió con el desgarro de todos los días, y el recurso fácil de la experiencia universal se truncó, tornóse apatía desmedida y sangre por todas partes, sangre cuajada. Así el hombre camina raudo por las calles de la ignorancia. Y por no saber, no sufre, y sin sufrir no vive, sino que edulcora su existencia como puede. Los ladrones muerden el anzuelo de la moralidad al sentirse libres, los que roban menos se sienten inseguros con el vuelo de una mosca, los que no roban, ¿dónde están?¿ se ocultan en sus trabajos, en sus hormigueros, en sus cuevas de decencia religiosa?¿ con dioses pintados y otras supercherías?

Qué poder claudicara ante mis manos y éstas dijesen que no todos los hombres son iguales y luego, ante el propio egoísmo, sucumbieran.
Qué naturaleza tan abrupta sirva para dar cuenta del suave rumor que trae el viento de málaga.
Qué estúpida agonía nos ata a nuestras vidas.
Qué razón tambaleante me tambalea.
Qué maldita ironía me define.

Así, un áspero relato de clase media me reconforta  como si el hambre fuese otra cosa y el hombre pudiese vivir sin comer. Y por un momento solo el vino me funciona, el hambre olvida mi cuerpo y aquella mujer que parece una madre contraída, un embarazo al revés, me despierta de este sueño, del letargo de las horas amarillas y sin sobres donde esconder los papeles del corazón.

He resuelto pleitear en las más salvajes luchas, pues las aves cuyas plumas se guardan con esmero sobre un papel maché, verde como muchas de las plumas, se han rebelado. La rebelión de las plumas disecadas, como nuestra Transición: una vida  escrita por pajarracos.

Hoy me resuelvo en otro de  facciones más duras.

Me siento un ladrón cuando entro de madrugada en la cama, varias horas después de ti, con el acento reseco.
A esas horas las baldosas hablan de sus imperfecciones. Me pone nervioso pensar que estás despierta. Nostalgia de tu calor de madre naturaleza, nostalgia y verbo amar por siempre chorreando sangre déspota y pura.

Lo peor de todo al escribir sin duda son las interrupciones y el vigor de la talla trabajada en anhelo de otros mundos paralelos, que siempre convergen.

Por eso los momentos reales en los que se tronchan las razones más espesas -esas que salen a la luz de una vela- son infinitos y tangibles y hacen que la decrepitud de mi ser humano avance.

De aquesta manera me veo dormitando dentro de la concha de un caracol. La indolencia del espíritu es un tema tan trasnochado como el hecho de la Revolución, francesa o no. Y la verdad es que te sientes tan solo y roto por esta existencia vacía que repugnas a todos los que se te acercan.

Mientras se te unen en el corazón  las mierdas de tu cabeza y de tu vientre, resuelves el conflicto: es por un momento lucidez del arrepentido animal que ha mostrado sus fauces sin querer dañar un espejo que tiene delante. Sin embargo, aferrado a una de las últimas esperanzas de tu conciencia, prosigues cabizbajo hasta el desenlace final.

Hoy resuelvo ser otro yo, y dar por finalizada esta aventura que ha durado lo que han durado las palabras que la forman. Pueden ser eternamente idiotas o fugazmente transgresoras y, sin duda, mal formadas, deshilachadas, sublimes, unánimes -no, por dios!- obscuras y maleantes. Buscando en mi basura te he encontrado. Buscando en las charcas que tu ciclón de amor olvida. Buscando en la mierda.


así como para cualquier cosa viva, Patty Smith.

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