ERAN
Eran odio y amor,
paciencia y desenfreno,
tan leales como el viento a la falta de presión.
Sumisos al desorden,
mirada de soslayo al frente,
encuentro de realidades combatientes.
Eran dos surcos en la tierra calma,
cada uno a su sitio dirigido,
y se encontraron, manejados sin saberlo,
controlados en la inmundicia del placer banal.
Eran negro y blanco,
noche y día que no se separaban ni a sol ni a sombra.
Eran hielo y fuego sobre la arena de la playa.
Eran dos sombras en la luz
y luz para las sombras pasadas.
Eran eco de muchas voces
y voz propia aterciopelada.
Antes de uno fuego traía,
antes de ella, educación.
Simpleza contraria a la lógica,
pero muy humana.
José Marcelo García Jiménez
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